No sé con qué sinceridad la celebran nuestros políticos de izquierdas, socialistas y comunistas, después de que los primeros hayan intentado dinamitar el concepto mismo de Nación española, y siendo como son los segundos contrarios al liberalismo que la impregna, hijos que son de las doctrinas de Marx, Engels o Lenin.
He aquí el texto de aquella Constitución:
Siempre he pensado que las raíces del liberalismo moderno arrancan de la Independencia americana (más que de la Revolución francesa, que acabó víctima de sus excesos) que no sólo inauguró el proceso de descolonización que ha vivido buena parte del mundo en los dos últimos siglos (sólo pudo originar el fenómeno un pueblo que era en conjunto más culto y rico que la metrópoli) sino que supuso el primer cambio de gobierno exitoso, de la monarquía a la república.
Lean este párrafo de la Declaración de Independencia:
Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados…
Esa apelación a la búsqueda de la felicidad como uno de los derechos inalienables del hombre siempre me ha emocionado. Y es por eso que siempre imaginé que los constituyentes de 1812 se basaron en la Declaración de Independencia.
Lean ahora el artículo 13 de la “Pepa”:
El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.
Y he aquí un ejemplo de lo que dudo que socialistas y comunistas conmemoren con sinceridad:
Art. 6. El amor de la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos.
Este otro artículo es demasiado obvio y estarán en contra todos los laicos, incluso de derechas, o incluso los católicos que abogan por la separación de Iglesia y Estado:
Art. 12. La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.
Fue una buena Constitución para su tiempo, pero ya es arqueología política.
La actual ni siquiera creo que haya sido una buena Constitución, tan llena de errores conceptuales e indefiniciones.
Sánchez Dragó escribe hoy en El Mundo lo siguiente: Sea ésta la ocasión idónea para (…) aceptar la evidencia, sin temor al sacrilegio, de que los Padres de ese texto se equivocaron en bastantes cosas y, sobre todo, en las relativas al desafinado concierto autonómico. ¡Albricias! ¿Cuánto tiempo hace que vengo diciendo yo eso mismo? Ya no estoy solo. Ya somos al menos dos los que pensamos eso.
Ni siquiera recuerdo que nuestra Constitución cite a la felicidad, ni como derecho ni como objetivo político.
Hay que cambiarla, y de paso añadir una referencia a la felicidad.
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4 comentarios:
Y usted, señor Oroel, defiende la Pepa? Doy por hecho que le parece bien que no sea reconocida la libertad de la mujer o la de los sirvientes o le he entendido mal? Basta de buenas palabras y eufemismos. Para mí, La Pepa era una Constitución mala, y peor fue que en dos años fuera papel mojado, que parece que se olvida, me temo que intencionadamente.
Estimado José Luis:
He dicho exactamente esto: "Fue una buena Constitución para su tiempo, pero ya es arqueología política".
Supuso un avance para su tiempo. ¿Me ha entendido?: para su tiempo. Quiero decir que lo que había antes, Antiguo Régimen, al que volvió España poco después, era peor.
También suele decirse que Grecia era una democracia, muy ponderada a lo largo de la Historia, pero se sustentaba, fíjese, sobre la esclavitud. Por lo que quizás quepa dudar de que fuera una verdadera democracia. Desde luego no era universal. Como, por cierto, la democracia americana durante mucho tiempo.
No sé si conoce las reivindicaciones foralistas de nuestros nacionalistas periféricos, CHA en Aragón, ERC en Cataluña… Los Fueros están sacralizados, cuando eran leyes antiguas, privilegios otorgados por los reyes -otorgados, para vergüenza del nacionalismo- estamentarias (que reconocían la existencia de estamentos sociales: clero, nobleza…) Quizás fueron buenos en su tiempo. Pero su abolición (Decretos de Nueva Planta) supuso un impulso al comercio y al progreso.
No hay que descontextualizar las leyes del tiempo en que rigieron. Yo procuro no hacerlo. No lo haga usted.
Yo también pienso como Sánchez Dragó. De modo que ya somos, por lo menos, tres. Cierto es que las evidencias que tenemos nos indican, de modo categórico, que el citado texto es un despropósito en algunos de sus puntos -especialmente el referido a las dichosas autonomías-. A los hechos me remito.
Tengo para mí que podemos ser incluso alguno más de tres. Quizás hasta seamos una mayoría y no lo sepamos nunca porque nadie se va a atrever jamás a consultarnos.
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