Tengo para mí que uno de los grandes problemas del PSOE y de todo el entramado mediático que le rodea es el de su estalinista culto al líder, su absoluta necesidad de hallar en cada momento el timonel supremo que les guíe, del que pasan luego a depender de una manera enfermiza.
Quizás por la estructura social de su electorado potencial el PSOE depende más que la derecha del carisma del líder de cada momento, de su simpatía, de su apostura, de su telegenia... Aznar nunca destacó por esas virtudes, ni me parece que Rajoy las tenga. Reconozco, no obstante, que la casuística es escasa pues el PSOE sólo ha tenido dos líderes providenciales en los últimos treinta años, González y Zapatero. Sin embargo su dependencia y entrega ha sido absoluta. Y eso les confiere una extrema vulnerabilidad. Caído en desgracia el líder, cae todo el partido.
El drama en que se debate ahora el PSOE es el de encontrar un líder, un futuro cabeza de cartel. Yo no veo a nadie capaz en el horizonte. Y sin pastor que les guíe son un rebaño descarriado.
Prefiero pensar que ese mal no es extensivo al conjunto de los partidos políticos españoles, aunque no estoy seguro. En los últimos treinta años no ha sido posible ninguna sucesión ordenada de un presidente del Gobierno a otro de su mismo partido. Y eso no puede ser normal.
De momento los socialistas y su entorno mediático están despellejando vivo al anterior. No hay gratitud, ni caridad,… ni siquiera memoria o vergüenza, después de haber adulado a Zapatero hasta la abyección y contra toda evidencia.
Miren qué dice El País:
“Que el señor presidente del Gobierno no se sabe ir es algo comprobado por todos los españoles”. Lo dice, insisto, nada menos que El País, el que durante años ha estado aplaudiendo y defendiendo todas las estupideces de Zapatero.
Y qué decir del caso del todavía (y ya por pocos días) ministro de Fomento, José Blanco.
No es extraño que haya quien los llame “ratas de barco”, de las que se dice que son siempre las primeras en abandonar el barco que se hunde.
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