Un título como éste exige una pregunta previa: ¿tiene enemigos España?
Pregunta que puede formularse de muchas otras formas: ¿hay gente, o países, a los que conviene que España sea más débil, más pequeña, más pobre o menos cohesionada? ¿Hay gente, o países, que apetezcan partes de su territorio, es decir, que las leyes españolas dejen de tener vigencia en ellas y, en definitiva, que dejen de estar bajo soberanía española?
Formulada así la pregunta, creo que no hay duda en al menos dos casos: nuestro vecino del sur, Marruecos, y los partidos independentistas, que en la actualidad son todos los nacionalistas.
En el caso de los nacionalistas es claro que hay un horizonte final, la independencia, aunque no estoy ya tan seguro de que pretendan alcanzarla, ni siquiera a medio plazo, sino obtener de la administración de la tensión independentista el mayor provecho posible, es decir un trato privilegiado, que en el caso vasco y navarro es un régimen fiscal muy favorable -los conciertos económicos- y que ahora reclaman también los nacionalistas catalanes.
Cuando se estaba tramitando la última -por ahora- reforma del Estatuto catalán, Zapatero dejó dicho: “con esto queda resuelto el encaje de Cataluña en España para los próximos veinticinco años”. Se equivocó, de nuevo. Si algo caracteriza a Zapatero es su acreditada capacidad para equivocarse, como los hechos se encargan de demostrar una vez tras otra.
El discurso de investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat de Cataluña es una nueva prueba de ese error de Zapatero. Ya hay quien ha comparado los discursos de Mas e Ibarreche, cuando éste último presentó su proyecto soberanista. De forma más disimulada, Mas habla de la “transición nacional” de Cataluña (¿transición hacia la soberanía?), de su “derecho a decidir” (¿derecho de autodeterminación?) y del “pacto fiscal”, que es la otra forma de llamar al concierto económico, que la Constitución sólo permite, de forma a mi juicio equivocada e injusta -porque no debiera permitir a ninguno-, a vascos y navarros. De momento, Mas ya ha hecho explícita su intención de desobedecer la sentencia del Tribunal Supremo que obliga a que el castellano sea también lengua vehicular en la enseñanza.
Pues bien, a pesar de todo ello, el PSC ha favorecido con su abstención la investidura de Mas.
Es decir, lejos de oponerse, el PSC está de acuerdo con que en Cataluña se desobedezcan las sentencias del Tribunal Supremo. Ya es un paso que en Cataluña ni las leyes españolas ni las sentencias de los tribunales españoles tengan vigencia. Un paso más hacia la desmembración de España, en el que los socialistas prestan, como siempre han hecho, su colaboración.
Siempre he mantenido que nuestra Constitución presenta extremas debilidades, fruto de la ingenuidad de quienes la elaboraron y de la astucia de los nacionalistas que intervinieron en su debate, de donde derivan sus contradicciones, indefiniciones y errores conceptuales. Una Constitución con esas características está muy necesitada de lealtad constitucional, casi imprescindible para que continúe vigente. Hoy ya no lo está. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña ha hecho saltar por los aires el Título VIII, que definía un artefacto jurídico inédito de organización territorial llamado “Estado de las Autonomías”, que la sentencia que digo ha convertido en Estado confederal, llamado, como todas las confederaciones, a la disolución.
Pues bien, no es lo grave que los nacionalistas hayan sido desleales con la Constitución -y con ello al resto de España-, algo que ya debiéramos tener asumido, sino que los supuestos socialistas españoles nunca han sido leales. La historia del pretendido socialismo español -y digo pretendido porque no son socialistas, sino peronistas- es una historia de ignominia y de vergüenza. Y de deslealtad constante.
Es por eso que los enemigos de España tienen una nada sorprendente predilección por los socialistas y, por el contrario, una declarada animadversión hacia el PP.
Es significativa esta frase de Artur Mas:
Después de lo que expuso en su debate de investidura, ¿queda claro por qué no quiere que el PP saque mayoría absoluta?
Y también tremendamente significativas son las preferencias de los marroquíes:
Observen que esa manifestación estaba encabezada por el primer ministro, Abás El Fasi. Algo, esa animadversión oficial marroquí hacia el PP, que habrá llenado de satisfacción a Zapatero y a todo el PSOE en su conjunto. O sea, el régimen marroquí (al igual que Artur Mas) prefiere que en España gobierne el PSOE. ¿Por qué?
Sólo eso, saber a quien prefieren los enemigos, declarados o no, de España ya debiera servir de guía para saber quien está defendiendo hoy día los intereses nacionales y el marco constitucional casi en exclusiva: el PP.
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