Se ha celebrado estos días el XV Congreso regional del PSOE en Aragón.
Algo escasamente noticiable y que certifica otro de mis augurios, en los que, modestia aparte, siempre acierto: la definitiva desaparición política de Eva Almunia, de quien siempre me sorprendió su paso por las más altas esferas de la política educativa de este país (así nos ha ido), de quien nunca hubiera debido pasar de un modesto puesto de administrativa en algún organismo público (de haber tenido talento suficiente para sacar unas oposiciones, que lo dudo).
El nuevo secretario general del PSOE en Aragón es Javier Lambán, un político de raza -en el más amplio sentido del término, para lo bueno y para lo malo- superviviente de mil batallas, de procedencia rural (Ejea de los Caballeros). Pero no quiero hablar del personaje. Su ausencia de carisma lo hace poco noticiable, aunque dicen que el carisma crece con el poder. Veremos.
Me señala un amigo la ascensión de otro personaje oscuro y desconocido: Miguel Gracia.
Tampoco será nunca noticia. Me dicen que no le gusta la luz de los focos.
Pero lo que me señala mi amigo es la presencia de la mujer de este hombre en una de las empresas públicas de Aragón, una de tantas colocaciones digitales que han tenido lugar a lo largo de estos últimos años. Y me lo señala para exponerme una queja que, dice, está muy extendida entre los funcionarios del Gobierno de Aragón, donde el voto hacia el PP creció notablemente en las últimas elecciones autonómicas. “Votamos”, me dice, “para que el nuevo gobierno hiciera limpieza”. ”Y no la está haciendo”, añade. La mujer de Miguel Gracia sigue donde estaba, donde nunca debió estar, nueve meses después. Y como ella, tantos.
“No se trata”, expone mi amigo, “de una cuestión de venganza, sino de estricta justicia”. Quien ha ocupado una plaza indebidamente, por sus relaciones familiares más que por su cualificación profesional, debe ser removido lo antes posible. Porque es justo que lo sea. Porque es injusto que ocupe ese puesto, y las injusticias deben repararse lo antes posible. “Y además”, me dice como último argumento, “es que los funcionarios y mucha más gente hemos votado al PP exactamente para eso, para que haga limpieza”. La limpieza, convengo, es la primera medida de higiene, algo que debiera ser esencial en política e ineludible en la actual situación que atraviesa el país.
Observo con tristeza que hay mucha gente que se está desencantando por la parsimonia con que el PP gobernante está asumiendo esa limpieza del entramado clientelar montado por los socialistas durante el marcelinato, tanto que muchos empiezan a dudar de que finalmente se haga.
Pero empezaba mi artículo hablando del congreso socialista. Vuelvo a él.
Lean el último párrafo del artículo de Trasobares, allí donde habla del gesto torero de otro personaje emergente -o superviviente- del socialismo aragonés, Roberto Fernández:
Y ahora vean su curriculum. Forma parte de la alternativa que hoy nos ofrece el PSOE en Aragón. Efectivamente, vuelve el hombre.
Así están las cosas.
.
Las
últimas propuestas del Gobierno sobre los presos de ETA resulta que no eran del
Gobierno. No de todo él. Ni siquiera de su presidente.
