Tiene razón Rosa Plantagenet en su artículo cuando habla de las improvisaciones de Zapatero. Es un hombre que cambia de ideas y de discurso con la facilidad con que se cambia de traje.
Y hoy, Pilar Cernuda pone igualmente el dedo en la llaga cuando apela a la coherencia de Zapatero -una virtud, la coherencia, que nunca le ha caracterizado- para presentar una moción de confianza. No es posible esperar coherencia en alguien que se reinventa a sí mismo cada mañana, y que es capaz de defender hoy lo contrario de lo que dijo hace apenas una semana.
Todo lo que ahora ha planteado Zapatero es exactamente lo contrario de lo que prometió en campaña electoral -es decir, por lo que volvió a obtener la confianza de los españoles- y lo contrario de lo que expuso en su debate de investidura. Cuando su programa de gobierno a partir de ahora ha de ser el opuesto al que nos ofreció y prometió, para el que fue elegido e investido presidente, lo coherente sería que se sometiera a una moción de confianza. Porque cuando la obtuvo, fue para hacer otra cosa y para llevar a cabo un proyecto y un programa de gobierno radicalmente distinto. Ha incumplido la palabra dada, seguramente a la fuerza, pero también con certeza por su estricta y única responsabilidad.
Como señala Pilar Cernuda, si decide agotar la legislatura sin convocar elecciones anticipadas o sin someterse a una moción de confianza, gobernará contra sus ideas -sí es que tiene ideas propias-, contra su proyecto y contra sus promesas. Pero la traición a sí mismo es irrelevante. ¡Se ha traicionado tantas veces! Sin embargo, la traición la electorado, imperdonable.
Dudo que a Zapatero pueda calificársele de socialdemócrata. Desde el punto de vista económico no es más que un derrochador, un repartidor de mercedes y un sedicente creador de derechos, tan inalienables e imprescriptibles que prescriben en cuanto se agota el dinero. Él mismo se calificó de “rojo”. Y en otras áreas distintas de la económica, es un radical. Podríamos, por tanto, aceptar su valoración de “rojo”, hasta ahora. Porque a raíz de sus recortes, sin abordar otras fuentes de gasto, ya no le vale ni siquiera el apelativo de liberal, que se le queda corto, sino más bien el de neocon.
Como decía Rosa Plantagenet, Zapatero se reinventa a sí mismo. Y esta vez ha batido todas las marcas: se acostó “rojo”, y se levantó “neocon”.
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