Pero el tamaño no nos inmuniza frente al batacazo. Los aviones grandes
caen igual que los pequeños. Y hasta el Titanic naufragó. Y no somos, desde
luego, el Titanic. Ni mucho menos.
Somos, sería más preciso decirlo así, demasiado grandes para dejarnos
caer. Too big to leave us to fail.
Pero ya hay quien descuenta el rescate. Antes o después del verano. Esa
es la duda: no si se producirá sino cuándo se producirá.
Ya hemos alcanzado los niveles que alcanzaron los intereses de la deuda
de Irlanda, Grecia y Portugal cuando fueron rescatados, pero seguimos sin ser
intervenidos. El esfuerzo de rescatarnos es demasiado grande y, por ello mismo,
disuasorio.
Pero, ¿qué nos pasaría si fuéramos rescatados? Lean este artículo y
sobre todo los numerosos enlaces a los
que redirige, que son igualmente sustanciosos:
El resumen es claro y coincide con el diagnóstico que he hecho en mis
conversaciones privadas: saldremos reposicionados en un nivel de riqueza más
realista, el que nos corresponde, más próximo al de Polonia o Hungría que al de
Francia o Alemania, con el que soñaba el indocumentado que nos gobernó los
últimos ocho años. Lo dice el artículo: como una devaluación de nuestro nivel
de vida ya que no podemos devaluar nuestra moneda. Aunque si pudiéramos
devaluar nuestra moneda, el efecto sería muy parecido, aunque quizás no tan
drástico ni traumático. La devaluación, al fin y al cabo, es un empobrecimiento
frente al mundo.
Pero que nadie se engañe: con rescate o sin él, ya nos estamos
reposicionando. De momento, en medio de esta pasada orgía de gasto, las
desigualdades sociales no han parado de crecer, agudizándose precisa y paradójicamente
bajo los mandatos socialistas.
No es ocioso incidir de nuevo en los múltiples errores que hemos
cometido a lo largo de estos treinta últimos años. Ya los he mencionado otras
-muchas- veces. Quizás las próximas generaciones, cuando hayan podido remontar
el descalabro que les vamos a legar, puedan aprender de nuestros errores y
eviten repetirlos. Si para entonces este blog sigue accesible en algún olvidado
rincón de la red.
El principal de ellos: el Estado autonómico. Las autonomías han sido el
error histórico de nuestra generación. Y el otro, sobre el que he escrito
bastante menos por falta de conocimientos y documentación, pero que ya intuía:
la merienda de negros que han sido las cajas de ahorros, la mitad de nuestro
sistema financiero. ¡Cuánto dinero han tirado y cuánto nos han robado! Faltan
más errores: el boom inmobiliario y la falta de liberalización del suelo, la
entrada indiscriminada y masiva de inmigrantes, a los que hemos ofrecido sin
control ni limitaciones unos servicios sociales que no les ofrecen el resto de
los países europeos…
Hemos construido carísimas e inútiles infraestructuras, sin ninguna o
muy poca rentabilidad. Edificios emblemáticos vacíos y sin utilidad:
aeropuertos sin aviones, estaciones sin trenes, trenes sin viajeros,
universidades sin alumnos… Hemos dilapidado los fondos europeos de los que nos
hemos beneficiado tras nuestro ingreso en la Unión Europea. Pero si las
infraestructuras pueden dejarse vacías, e incluso abandonarlas al deterioro
para no gastar en su mantenimiento, hemos multiplicado e inflado las
estructuras administrativas, descentralizadas hasta la fragmentación y, éstas
sí, éstas siguen gastando, porque hay que pagar sueldos, mantener abiertas las
sedes y oficinas, aunque no se pueda gestionar nada ni pagar a los proveedores…
Pero apenas se han tomado medidas al respecto. Se prefiere recortar en sanidad
o educación.
Señalaré, para ser justo, el único ejemplo que he descubierto, de hoy
mismo, absolutamente excepcional y de un valor apenas simbólico, por la poca
entidad del ahorro que se conseguirá. Pero es un comienzo. He quedado transido
de emoción ante la belleza del gesto, como haría un espíritu sensible ante la
primera, y quién sabe si la única, flor de esta primavera:
Quedan las comarcas, la televisión autonómica, las empresas públicas
todavía llenas de militantes socialistas colocados a dedo en la pasada
legislatura, la policía autonómica, tantos institutos autónomos inútiles… ¡Hay
tanto por hacer! (Y no se está haciendo)
Así pues, lo que sí es cierto es que hay margen para recortar, pero que
no se está recortando donde se debiera; que parece como si prefiriéramos ver
disminuir el nivel de vida de la población y las prestaciones sociales antes
que eliminar las estructuras políticas y administrativas sobredimensionadas y
redundantes (autonomías, diputaciones, comarcas) de que nos hemos dotado. Y
estoy seguro de que la inmensa mayoría de la gente no piensa así.
No hay que preocuparse: cuando nos rescaten las veremos eliminadas o,
al menos recortadas al mínimo imprescindible. Lo que no estamos haciendo ahora,
habremos de hacerlo dentro de poco por imposición.
No derramaré una lágrima por ello, salvo por el hecho tristísimo y
descorazonador de que ha hecho falta que nos arruinemos colectivamente antes que
hacer las reformas por propia iniciativa, cuando el sentido común lo
aconsejaba.
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