domingo, junio 03, 2012

Too big to fail?

Somos, se nos ha dicho, demasiado grandes para caer. 

Pero el tamaño no nos inmuniza frente al batacazo. Los aviones grandes caen igual que los pequeños. Y hasta el Titanic naufragó. Y no somos, desde luego, el Titanic. Ni mucho menos. 

Somos, sería más preciso decirlo así, demasiado grandes para dejarnos caer. Too big to leave us to fail.

Pero ya hay quien descuenta el rescate. Antes o después del verano. Esa es la duda: no si se producirá sino cuándo se producirá.

Ya hemos alcanzado los niveles que alcanzaron los intereses de la deuda de Irlanda, Grecia y Portugal cuando fueron rescatados, pero seguimos sin ser intervenidos. El esfuerzo de rescatarnos es demasiado grande y, por ello mismo, disuasorio. 

Pero, ¿qué nos pasaría si fuéramos rescatados? Lean este artículo y sobre todo los numerosos enlaces  a los que redirige, que son igualmente sustanciosos: 


El resumen es claro y coincide con el diagnóstico que he hecho en mis conversaciones privadas: saldremos reposicionados en un nivel de riqueza más realista, el que nos corresponde, más próximo al de Polonia o Hungría que al de Francia o Alemania, con el que soñaba el indocumentado que nos gobernó los últimos ocho años. Lo dice el artículo: como una devaluación de nuestro nivel de vida ya que no podemos devaluar nuestra moneda. Aunque si pudiéramos devaluar nuestra moneda, el efecto sería muy parecido, aunque quizás no tan drástico ni traumático. La devaluación, al fin y al cabo, es un empobrecimiento frente al mundo.

Pero que nadie se engañe: con rescate o sin él, ya nos estamos reposicionando. De momento, en medio de esta pasada orgía de gasto, las desigualdades sociales no han parado de crecer, agudizándose precisa y paradójicamente bajo los mandatos socialistas. 

No es ocioso incidir de nuevo en los múltiples errores que hemos cometido a lo largo de estos treinta últimos años. Ya los he mencionado otras -muchas- veces. Quizás las próximas generaciones, cuando hayan podido remontar el descalabro que les vamos a legar, puedan aprender de nuestros errores y eviten repetirlos. Si para entonces este blog sigue accesible en algún olvidado rincón de la red.

El principal de ellos: el Estado autonómico. Las autonomías han sido el error histórico de nuestra generación. Y el otro, sobre el que he escrito bastante menos por falta de conocimientos y documentación, pero que ya intuía: la merienda de negros que han sido las cajas de ahorros, la mitad de nuestro sistema financiero. ¡Cuánto dinero han tirado y cuánto nos han robado! Faltan más errores: el boom inmobiliario y la falta de liberalización del suelo, la entrada indiscriminada y masiva de inmigrantes, a los que hemos ofrecido sin control ni limitaciones unos servicios sociales que no les ofrecen el resto de los países europeos… 

Hemos construido carísimas e inútiles infraestructuras, sin ninguna o muy poca rentabilidad. Edificios emblemáticos vacíos y sin utilidad: aeropuertos sin aviones, estaciones sin trenes, trenes sin viajeros, universidades sin alumnos… Hemos dilapidado los fondos europeos de los que nos hemos beneficiado tras nuestro ingreso en la Unión Europea. Pero si las infraestructuras pueden dejarse vacías, e incluso abandonarlas al deterioro para no gastar en su mantenimiento, hemos multiplicado e inflado las estructuras administrativas, descentralizadas hasta la fragmentación y, éstas sí, éstas siguen gastando, porque hay que pagar sueldos, mantener abiertas las sedes y oficinas, aunque no se pueda gestionar nada ni pagar a los proveedores… Pero apenas se han tomado medidas al respecto. Se prefiere recortar en sanidad o educación.

Señalaré, para ser justo, el único ejemplo que he descubierto, de hoy mismo, absolutamente excepcional y de un valor apenas simbólico, por la poca entidad del ahorro que se conseguirá. Pero es un comienzo. He quedado transido de emoción ante la belleza del gesto, como haría un espíritu sensible ante la primera, y quién sabe si la única, flor de esta primavera: 


Quedan las comarcas, la televisión autonómica, las empresas públicas todavía llenas de militantes socialistas colocados a dedo en la pasada legislatura, la policía autonómica, tantos institutos autónomos inútiles… ¡Hay tanto por hacer! (Y no se está haciendo)

Así pues, lo que sí es cierto es que hay margen para recortar, pero que no se está recortando donde se debiera; que parece como si prefiriéramos ver disminuir el nivel de vida de la población y las prestaciones sociales antes que eliminar las estructuras políticas y administrativas sobredimensionadas y redundantes (autonomías, diputaciones, comarcas) de que nos hemos dotado. Y estoy seguro de que la inmensa mayoría de la gente no piensa así. 

No hay que preocuparse: cuando nos rescaten las veremos eliminadas o, al menos recortadas al mínimo imprescindible. Lo que no estamos haciendo ahora, habremos de hacerlo dentro de poco por imposición. 

No derramaré una lágrima por ello, salvo por el hecho tristísimo y descorazonador de que ha hecho falta que nos arruinemos colectivamente antes que hacer las reformas por propia iniciativa, cuando el sentido común lo aconsejaba.  
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