.
Bueno, pues como saben, Tàpies ha muerto y lógicamente ha recibido los esperables panegíricos póstumos.
Lo sorprendente es que todas las personas, sin excepción alguna -insisto, sin excepción alguna- con las que he comentado el acontecimiento coinciden en rechazar su obra. Y en mi entorno hay personas de notable inteligencia, con un razonable nivel cultural medio-alto y desde luego no carentes de sensibilidad. Es decir, existe una notable divergencia entre la opinión de los críticos y supuestos entendidos y todas, absolutamente todas, las personas que conozco.
Ni que decir tiene que mi criterio es el mismo que el de mis allegados y conocidos. Por si alguien albergaba alguna duda.
Voy a exponer por tanto mi criterio personal para juzgar qué es arte, por si pudiera serle de utilidad a alguno de mis lectores. Pero insisto que es mi criterio personal. El arte ha de compartir talento (esto es, que haya pocas personas capaces de hacer lo mismo con tanta destreza como el autor) y belleza. Una puesta de sol o una mujer pueden ser bellísimas, pero obviamente no exigen el talento de nadie. Son obra de la naturaleza. Ni determinados artes menores, con perdón, como la fotografía, que puede tener resultados muy bellos, exigen el mismo nivel de talento que, por ejemplo, la pintura, en mi humilde opinión. No creo que en la historia de la fotografía ninguna imagen haya exigido el trabajo y dedicación de las Meninas de Velázquez o la Pietá de Miguel Ángel. Es por eso que hay diseños industriales, de vehículos, por ejemplo, que me deslumbran por su resultado: porque exigen mucho talento y porque son, o a mí me lo parecen, tremendamente hermosos. Por el contrario, un intrincado teorema exige mucho talento, pero sólo resulta bello para los iniciados; o un diagnóstico médico. La mayoría del talento humano sólo tiene resultados prácticos, no bellos. Por tanto, ambas cosas: talento y belleza. O el talento, si quieren, aplicado a la consecución de belleza, por encima o al margen de la utilidad práctica de la obra creada.
No obstante, no me crucifiquen: es mi criterio. Si no lo comparten no lo usen. Apliquen el suyo propio.
Simplemente lo he expuesto para que se hagan una idea de la opinión que me merece la obra de Tàpies, nada indulgente: una impresionante tomadura de pelo que sólo por una estupidez colectiva incompresiblemente extendida ha conseguido tener éxito. Qué temible puede resultar la estupidez colectiva.
Una simple búsqueda de Google permite una amplia exposición de la obra de Tàpies. Juzguen ustedes mismos. Yo no hallo ni talento ni belleza.
Pero no obstante esa opinión mía tan desfavorable, si alguno de ustedes tiene un tàpies en casa, le felicito. Seguramente no le adornará mucho el salón, sino que más bien se lo afeará, pero tiene usted un capitalito.
.
7 comentarios:
Eres un valiente, Oroel. Atreverte a ser incorrecto (dices lo que piensas, pensamos) en esta sociedad tan.... tonta, es de 10.
A la única conclusión que he llegado es que este tal Tàpies debe ser de izquerdas...
Así como en el post anterior, matizaba tus opiniones sobre urbanismo y arquitectura en la ciudad de Zaragoza (independientemente de que la ley hay que cumplirla, y si no se deroga, en lo que tenías razón), en este no tengo por más que darte completamente la razón.
No soy un experto en la materia, pero si un aficionado, y en esto del arte ha de primar el gusto sobre otras cuestiones. Por ello, osando un poco, me permito opinar sobre el asunto. En mi opinión, el origen del denominado “arte contemporáneo”, hay que enmarcarlo con la aparición de la fotografía a la que denominas “arte menor”. Con la aparición de la fotografía, ya no era necesario el “hiperrealismo” que era preciso para hacer retratos (Vicente López o Los Madrazo, de los que hay una exposición muy interesante en el Palacio de Sástago), e ilustrar pasajes de la Historia (Pradilla o Fortuny). Además las ideas románticas acuñadas a lo largo del siglo XIX habían supuesto una vuelta a lo rural, al paisajismo (Carlos de Haes es un referente en España), aparcando algo el realismo, llevándose por unas técnicas más desvaídas, no tan perfeccionistas. Los primeros que rompieron con el dogma artísticos fueron los impresionistas, que a modo de píxeles (antecedente artístico de la televisión y de las artes gráficas), transmitía mediante pequeñas pinceladas la ”impresión”. Lo importante no era el qué, sino la impresión que nos causa, los recuerdos que nos evoca. Pero no sólo hay “Impresionistas”, aparecen también los “expresionistas”, que es un avance más allá, con pinceladas largas, no tan meticulosas como las anteriores. Todo ello desemboca en otras corrientes, como la surrealista (Dalí es su máximo exponente), el cubismo (Picasso) o en la abstracción (Miró y otros).
Sin embargo, esa “anarquía” en cuanto a escuelas y paradigmas artísticos (Aquí sería de aplicación el concepto de Paradigma al estilo e lo que explica Thomas Kühn en su “Teoría de las revoluciones científicas”) deviene en un “todo vale” y en “hay que innovar a toda costa”. Quizás ello influyera en la creación de la escuela “hiperrealista”, con Antonio López a la cabeza y de la que en Zaragoza pudiera considerarse como integrante, aunque vaya por libre y esté en clausura, Isabel Guerra)
Porque hay que decir que no todo el arte moderno es malo. Vale, a lo mejor es más “fácil” de hacer que el “realista”, pero algunos cuadros de Barceló (olvidemos la famosa cúpula de la ONU o UNESCO, que me gusta menos por lo que ha pagado Zapatero, que por la obra en sí) o de Viola, me parecen muy buenos, quiero decir, me gustan, me resultan agradables (por ciero, en la antesala del despacho del alcalde de Zaragoza hay uno). Por ello, iniciativas como el Museo de Arte Contemporáneo de Cuenca, me gusta, además de estar situado en las casa colgadas, un lujo, al lado de la catedral. Los cuadros de Sempere, utilizando líneas, son muy curiosos.(continúa)
Sin embargo este “todo vale” ha sumido al arte y a su mercado en una suerte de “chifladura mental” y de tomadura de pelo integral. El ejemplo lo tenemos en ARCO, que se va a celebrar (o se está celebrando) ahora. Hombre, noticia sí que es, porque menudas “chorradas” está la gente dispuesta a comprar. Sin embargo allí ya no hablamos de Arte, hablamos de negocio, de dinero, pero sobre todo de “especulación”. En mi opinión, aparte de la especulación con el ladrillo, ha habido también una especulación con el denominado arte. A este respecto, me acuerdo de unos programas de callejeros de CUATRO que nos enseñaban casas de lujo, o que hababan con “ricos”. Pues bien, nunca describían las “obras de arte” por lo que les evocaba o lo que sentían al contemplarlas. No. Sólo hablaban de lo que “costaban”. Con esos mimbres, este mercado tiene menos futuro que AFINSA. Además estoy convencido que el antiguo programa de TVE que se emitía los sábados por la mañana hace 20-25 años “Mirar un cuadro” no puso nunca arte moderno, porque entonces el programa se convertiría en uno de humor...
Pues bien Tapies y Miró, p.e. me parecen prescindibles, aunque a mi cría le gusta (o quizás por eso es prescindible.... Y a mi no me gustan. Por lo tanto no voy a sus exposiciones. Y la gente debería dejar de ir si no les gusta. Ello quizás se deba a mi propia historia. Recuerdo que, cuando viví en Madrid, me iba cada sábado a un museo o una exposición (qué tiempos de soltero y estudiante con tiempo...¡¡¡¡). A parte de El Prado, o de la colección Tyssen, o la Acad. De Bellas Artes de San Fernando, o el museo Cerralbo, O el museo Lázaro Galdeano, o el Romántico,etc... acudía a las distintas exposiciones del Reina Sofía, del palacio de Cristal, del Palacio de Velázquez en el Retiro. Allí me tragué, arte con fluorescentes, con televisores, de Ibarrola, de Barceló, de Tâpies, de lo que hubiera. Y me hacía el intelectual, al estilo “gafapasta”. Hasta que un día me pregunté: “¿Te gusta?, pues la verdad que no, y tampoco le doy valor, ni estético ni de ningún otro tipo”. Y a partir de ese momento dejé de ir. Simplemente. A mi no me engañan. Si alguien quiere comprar ese arte, allá con sus inversiones. Pero eso sí, gastar dinero público (más bien regalar) para que cuatro intelectualoides y titiriteros vivan del cuento ,eso No, con mi dinero no.
La prueba del 9 es la siguiente: ¿Alguien conoce que observando una exposición de denominado arte contemporáneo haya sufrido el “síndrome de Stendahl”?
Estimado Francisco:
No creo haber experimentado nunca el síndrome de Stendhal, no al menos con toda su aparatosa sintomatología: elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión o alucinaciones, pero sí algún episodio de auténtica emoción o deslumbramiento, causado a la par por la belleza de lo que contemplaba y por la sorpresa. Siempre ha habido sorpresa.
Una de las ocasiones fue al llegar a Santiago de Compostela, buscando la catedral. Llegué a la plaza del Obradoiro despistado, hablando, y mi mirada se detuvo en el resto de los edificios de la plaza, en la hermosa fachada Hostal de los Reyes Católicos… Fue al volverme y hallarme de repente bajo la impresionante mole de la fachada de la catedral cuando sentí por primera vez ese erizamiento del vello, ese sobrecogimiento. Y eso que reconozco que hay otras catedrales más hermosas, al menos para mí: la de Burgos, la Sagrada Familia…
Y en la segunda ocasión fue al entrar en la sacristía de la catedral de Toledo y hallarme, también de forma inadvertida, ante el Expolio del Greco, uno de mis tres cuadros favoritos: la misma sensación de intensa emoción, de sobrecogimiento…
También me extasío ante las puestas de sol desde el rompeolas (qué curioso nombre en una población del interior) de Jaca.
Pero sí, dudo mucho que nunca llegue a sentir esa emoción ante ninguna de las obras de Tàpies.
hoy en EL MUNDO, hay un artículo sobre Tâpies. Pues bien, dice que realizó 8.000¡¡¡¡ repito 8.000 obras en su vida. Por eso hablaba de especulación, y con este dato, de inflación.
Haciendo 8.000 obras no ha podido dedicar mucho talento a cada una de ellas.
El dato me confirma en mi opinión.
Publicar un comentario